En el contexto de la crisis climática mundial, Paraguay emerge como un actor distintivo. A menudo eclipsado por las grandes potencias industriales. Es por esto que la Unión de Gremios de la Prooducción (UGP) se hace eco de un artículo escrito sobre el tema por el Ing. Norman Breuer.

Paraguay presenta una paradoja: es uno de los mayores productores de alimentos a nivel mundial en relación a su superficie y población, y un país con una matriz energética limpia y renovable, mientras que su contribución a las emisiones globales de gases de efecto invernadero es mínima. Sin embargo, enfrenta algunos de los impactos del cambio climático, sufriendo sequías, precipitaciones intensas y otros eventos extremos con creciente frecuencia e intensidad, destaca Breuer.

Con su extensa cobertura forestal y predominancia de actividades agropecuarias sostenibles, Paraguay tiene una huella de carbono significativamente menor en comparación con las naciones industrializadas.

Al ser un país sin litoral marítimo y con una economía basada en la producción de alimentos, puede establecer Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) menores en comparación con las naciones desarrolladas, manteniendo el espíritu del Convenio del Acuerdo de París, expresa Breuer.

Producción agropecuaria sostenible

Desde la perspectiva de la producción agropecuaria, el profesional sostiene que es notable cómo algunos entes buscan limitar la producción de granos y oleaginosas, y especialmente de carne en Paraguay. Esfuerzos que incluyen el oligopsonio de la industria procesadora, la especulación inmobiliaria internacional, y el apoyo financiero a través de subsidios a la carne artificial o sintética.

También se desarrollan campañas en redes sociales que atacan la producción de carne, citando razones ambientales y de salud sin conocer los sistemas de producción nacional. Se utilizan cálculos cuestionables y anticuados sobre las emisiones de GEI del ganado, especialmente la emisión de metano (GWP100 en vez de GWP*). El GWP fue creado por el físico atmosférico Myles Allen de la Universidad de Oxford, quien afirma que nunca se debieron utilizar las equivalencias de los otros GEI al carbono como “CO2eq” ya que cada uno presenta propiedades muy específicas y diferentes, imposibles de simplificar como unidades de «CO2eq».

La eficiencia y tamaño de la producción agropecuaria paraguaya representan una amenaza para los productores de alimentos del primer mundo. Los reglamentos que exigen “sostenibilidad”, antes útiles, ahora se utilizan como armas en una guerra comercial fría que se va calentando con el tiempo.

Estas barreras paraarancelarias apuntan directamente a limitar la producción y las exportaciones locales, según el experto.

Un reglamento reciente, que exige la geolocalización de todas las fincas productivas, incluso ha sido protestada a nivel internacional por una potencia mundial por considerarlo una amenaza directa a la seguridad digital de su nación.

Es fundamental que la comunidad internacional reconozca la contribución desproporcionada de los países desarrollados al cambio climático y apoye a naciones como Paraguay en sus esfuerzos por adaptarse a los impactos inevitables.

La mitigación de las emisiones de GEI, como principal acción exigida, podría considerarse un panorama neocolonialista. Paraguay, como David, debe enfrentar a los Goliat del cambio climático, defendiendo su derecho a desarrollarse de manera sostenible y justa.

Soluciones justas y equitativas
El cambio climático requiere soluciones globales justas y equitativas, teniendo en cuenta las particularidades de cada país. En lugar de penalizar a los países que producen alimentos de manera sostenible, deberíamos recompensarlos por sus esfuerzos.

Un enfoque más equitativo sería establecer mecanismos de compensación por los productos (alimentos) y servicios ecosistémicos proporcionados por los bosques y suelos, como la captura de carbono y la conservación de biodiversidad. Un impuesto al carbono podría convertirse en un obstáculo grosero. Es fundamental considerar las consecuencias de estas políticas y buscar alternativas más justas y efectivas para abordar el desafío del cambio climático, concluye Breuer.

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