La resistencia de la economía de Rusia ha sido una auténtica sorpresa (o una pesadilla, según del lado que se mire) que pocos esperaban. Ni la guerra ni las sanciones parecen haber dañado por ahora de forma notable la economía del país más extenso del mundo. El PIB no solo está en niveles más elevados que antes de la guerra (febrero de 2022), sino que además ha mantenido un tono expansivo que ha roto todas las previsiones de bancos de inversión e instituciones internacionales, como el Fondo Monetario Internacional. Los errores de cálculo se produjeron casi desde el principio: primero, la recesión fue peccata minuta respecto a lo que se esperaba (se hablaba de contracción del PIB de hasta el 10% y la caída final fue del 2%). Después, la recuperación fue y está siendo mucho más intensa de lo previsto. Sin embargo, el milagro ruso podría tener los días contados. Dos poderosos enemigos están haciendo su aparición al mismo tiempo: por un lado, la inflación. Por otro, Ucrania (que ya controla 1.200 kilómetros cuadrados de Rusia). Mientras tanto, el rublo cae con fuerza y la actividad económica empieza a desacelerarse.

El ‘milagro’ de la economía rusa era insostenible -el Banco Mundial la ha llegado a catalogar incluso como economía desarrollada-. Gran parte del crecimiento del PIB ha estado basado (sigue estándolo) en la intensa producción de bienes destinados a la guerra, es decir, en la fabricación de armas, carros… que quedan contabilizados en el PIB y son útiles para luchar, pero no para mejorar (al menos en términos materiales) la vida de los rusos.

Además, este fuerte crecimiento del sector armamentístico, militar y sus ramas auxiliares ha detraído muchos recursos (que podía ser útiles para otros sectores) generando un espejismo en el mercado laboral (el paro está en mínimos porque los rusos o están luchando en el frente o haciendo armas) y en el PIB, donde la fabricación de un carro de combate tiene el mismo impacto que la producción de un coche civil. Por si fuera poco, buena parte de esta producción bélica se está financiando con dinero público (ya sea mediante la emisión de dinero nuevo del banco central y endeudamiento).

Esto no va a mejorar, con la incursión de Ucrania en terreno ruso, Putin no tiene más remedio que seguir gastando dinero en defensa y lo que va a ser peor, Moscú tendrá que empezar a destinar parte de sus recursos a recomponer y reformar los destrozos que va a generar una guerra en su propio territorio, algo a lo que no se había enfrentado hasta a ahora. El avance de las tropas ucranianas en territorio ruso, haciéndose con una extensión mayor ya a la de la ciudad de Nueva York, altera claramente el escenario. Esta incursión es lo que los analistas del think tank Atlantic Council han calificado como la tercera gran «humillación» a Putin desde el inicio del conflicto (la primera sería la derrota en la batalla inicial por Kiev y la segunda la rebelión interna del cabecilla de las milicias de Wagner). La propia reacción de Moscú hace pensar a estos estrategas que «las repercusiones políticas prometen ser enormes».

Hasta ahora, la economía de Rusia ha crecido en términos estadísticos, pero los recursos destinados a la economía que conduce a la ‘prosperidad material’ (una sociedad que puede consumir más bienes y servicios en su conjunto) está sufriendo la falta de recursos, lo que se traduce en una fuerte inflación. Los últimos datos de PIB publicados por el instituto de estadística de Rusia destacan ya una desaceleración de la economía y una aceleración de la inflación.

El producto interior bruto (PIB) se moderó desde el 5,4% en el primer trimestre al 4% entre abril y junio, el resultado trimestral más bajo desde principios de 2023, pero aun así está claro que la economía sigue expandiéndose. A falta del desglose, los datos mensuales de actividad muestran que el crecimiento de la producción industrial se desaceleró de más del 6% interanual en el primer trimestre al 3,7% el último trimestre y que el crecimiento de las ventas minoristas se suavizó del 10,4% interanual a alrededor del 7%.

La inflación sube cada vez más

Mientras tanto, la inflación no mostró signos de desaceleración, y los precios al consumidor aumentaron un 9,13% interanual en julio, frente al 8,59% de junio y la cifra más alta desde febrero de 2023, según datos de la agencia de estadísticas Rosstat. Como explican desde la agencia Bloomberg y el Banco de Rusia, todo hace indicar que la economía se ha sobrecalentado a un nivel nunca visto desde antes de la crisis financiera mundial de 2008. Según la gobernadora del Banco de Rusia, Elvira Nabiullina, esto ha sido en respuesta al enorme aumento de la demanda interna. «La disponibilidad de mano de obra y capacidad de producción están casi agotadas», ha asegurado Nabiullina.

PIB economía Rusia
Esto es lo que está haciendo funcionar a la economía de Rusia

«Los indicadores que los experto sugieren seguir, muestran que la economía rusa perdió fuerza al final del segundo trimestre y en el tercero», señalan los estrategas de Capital Economics, quienes en una nota para clientes insisten en que «esas presiones de sobrecalentamiento siguen vivas». Según los economistas encuestados por Bloomberg, es probable que el crecimiento se desacelere a la mitad del nivel registrado en el segundo cuarto durante el resto del año.

La economía se derrite

El dato preliminar muestra «un último repunte de crecimiento antes de que la economía rusa comience a enfriarse notablemente», analiza Alex Isakov, economista para Rusia de Bloomberg Economics. Isakov espera que el crecimiento de Rusia se desacelere a alrededor del 2% en la segunda mitad del año y alcance el 0,5%-1,5% el próximo año. El crecimiento debería desacelerarse en la segunda mitad de este año después del ajuste monetario y el fin de un popular programa de subsidios hipotecarios, coincide Tatiana Orlova, economista de Oxford Economics.

En el frente de la inflación, las últimas cifras de IPC sugieren, para los economistas de Capital Economics, que el reciente aumento de las presiones sobre los precios puede estar empezando a estabilizarse, lo cual no evitará que «el banco central seguirá preocupado por el sobrecalentamiento». El banco de inversión JP Morgan elevó esta misma semana sus previsiones de inflación para la economía de Rusia, mientras que ha mantenido estables la de PIB. La economía crecerá un 3,3 y un 1,2% (2024 y 2025), pero la inflación se situará por encima del 7% durante esos dos años.

Una explicación certera y llana a este fenómeno de inflación y menor crecimiento llega desde EEUU en una columna publicada por los economistas e investigadores Jeffrey Sonnenfeld, Michal Wyrebkowski, Anders Aslund y Tymofiy Mylovanov en la revista Fortune: «La realidad de la situación económica de Rusia es mucho más compleja y preocupante de lo que algunos quieren hacernos creer. El núcleo productivo de la economía rusa se ha visto gravemente comprometido, y la oleada de gasto del gobierno tiene un parecido sorprendente con la famosa metáfora de Keynes de pagar a gente por cavar agujeros y volverlos a llenar de tierra, un intento superficial de apuntalar las cifras del PIB sin crear un valor económico genuino, mejorar la vida del pueblo ruso o aumentar la productividad rusa».

Recursos financieros redireccionados

Estos expertos explican que los recursos financieros, productivos y humanos se han redirigido en masa al sector de defensa, dejando al sector civil luchando por satisfacer la creciente demanda de los consumidores. Este desequilibrio, que canibaliza al resto de la economía rusa para financiar la guerra de Putin, ha alimentado la inflación, exacerbada aún más por la depreciación del rublo y el aumento de los costes de las importaciones. El rublo está volviendo a tambalearse (cae más de un 7% desde que comenzó agosto contra el dólar), lo que encarece las importantes, mientras que los costes en general no paran de subir a medida que escasea la mano de obra.

Salarios e inflación crecientes

Es cierto que los salarios están subiendo, pero la inflación crece cada vez con más fuerza. En este caso, aunque parezca contradictorio, que la tasa de paro esté en el 2,4% no es una buena noticia, sino que es síntoma de una fuerza laboral insuficiente para atender la demanda de dos economías: una de guerra y otra civil. Mientras que buena parte del factor trabajo y factor capital (maquinaria) está ‘alimentando’ al frente en Ucrania y en Rusia, la otra economía, la real, sigue demandando bienes y servicios. No solo eso, las sanciones sobre Rusia han dificultado la importación de muchos de esos bienes que ahora deben ser producidos de forma interna, lo que provoca que los recursos o factores productivos sean aún más escasos. Esta escasez, salvo milagro productivo, siempre desembocará en una mayor inflación.

«En pocas palabras, la administración de Putin ha priorizado la producción militar sobre todo lo demás en la economía, a un coste sustancial. Mientras la industria de defensa se expande, los consumidores rusos están cada vez más agobiados por la deuda, lo que potencialmente prepara el escenario para una crisis inminente. El excesivo enfoque en el gasto militar está desplazando las inversiones productivas en otros sectores de la economía, sofocando las perspectivas de crecimiento a largo plazo y la innovación», aseguran estos expertos. Ya cuando se implementaron las sanciones y las empresas punteras comerzaron a abandonar Rusia se comenzaron a realizar este tipo de vaticinios: «El gran problema de Rusia llegaría en el futuro por la falta de capital y mano de obra cualificada».

El gobierno aumentó masivamente el gasto tras la invasión de febrero de 2022, invirtiendo dinero en las industrias militares y de defensa y actuando para proteger a las empresas nacionales contra el impacto de las sanciones impuestas por EEUU y la Unión Europea. Los recursos laborales están prácticamente agotados en medio de una feroz competencia por reclutas entre los militares y las empresas, lo que probablemente también limitará la expansión de las industrias relacionadas con la defensa. Los sectores de la construcción y la banca ya no están protegidos del impacto de los tipos de interés muy altos ahora que la mayoría de los programas hipotecarios subsidiados por el Estado terminaron el mes pasado.

Fuente: EL ECONOMISTA

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