UNO de cada CINCO jóvenes de América Latina no tiene empleo, no estudia ni recibe capacitación, sumando en total casi 30 millones de jóvenes en esta situación. Esto significa que no están orientados hacia ninguno de los dos canales principales de inclusión social y económica: el sistema educativo o los mercados laborales, según un informe presentado en Asunción sobre “Perspectivas Económicas de América Latina 2017”, producido conjuntamente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Centro de Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en la sede de la Secretaría Técnica de Planificación (STP).

Los mayores porcentajes de jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitación se encuentran en Honduras, El Salvador, Guatemala y México, donde las tasas de este fenómeno superan el 25%.

El fenómeno de los jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitación se encuentra estrechamente asociado con el estrato socioeconómico: 83% de las mujeres jóvenes y 76% de los hombres jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitación, proceden de hogares pobres o vulnerables.

Esta situación contribuye a la persistencia de la desigualdad entre generaciones, impide que las economías de la región aprovechen el bono demográfico e incluso puede asociarse con conductas riesgosas como el crimen y la violencia.

En América Latina, el fenómeno de los jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitación afecta más a las mujeres – el 76% de este grupo– que a los hombres, aunque muchas de estas jóvenes en realidad contribuyen a la economía con trabajos no remunerados.

Las tasas de jóvenes que no tienen empleo, no estudian ni reciben capacitación alcanzan alrededor de 30% entre las mujeres, mucho más altas que entre los hombres (11%).

Sin embargo, algunos de quienes forman parte de este grupo, en particular las jóvenes mujeres que trabajan en hogares, son productivos y contribuyen a la economía total.

De hecho, 70% de las jóvenes que no tienen empleo, no estudian, ni reciben capacitación se dedican al trabajo doméstico o al cuidado de personas sin remuneración, frente a 10% de los hombres.

La mayoría de los jóvenes que dejan la escuela se suman a la inactividad o a empleos informales en América Latina y el Caribe. Casi la mitad (47%) de los trabajadores jóvenes desempeñan un empleo informal.

Experiencia de Paraguay 

La incidencia de la informalidad es mucho mayor entre los jóvenes de hogares pobres y vulnerables que entre los de clase media.

Además, el análisis de Argentina, Brasil, México y Paraguay indica que alrededor del 60% de quienes trabajan en un empleo informal seguirán ocupando un empleo informal un año después, mientras que menos del 30% se cambiarán a uno formal.

De manera similar, más del 70% de quienes trabajan en un empleo formal seguirán en ese sector un año después, y solo alrededor de 5% se cambiarán a un empleo informal. Así, comenzar en el sector informal y no en el formal puede llevar a resultados del mercado laboral muy distintos.

Esto hace pensar que en América Latina existe cierta segmentación del mercado laboral, que hace de la transición de la escuela al trabajo una etapa de particular importancia en la trayectoria futura de los jóvenes.

El informe Perspectivas Económicas de América Latina analiza cuestiones relacionadas con el desarrollo económico y social de América Latina. Cada año, y desde el lanzamiento de la primera edición en noviembre de 2007, el informe analiza la situación y los resultados latinoamericanos, y los compara con los de otros países y regiones del mundo, compartiendo así experiencias y buenas prácticas. El estudio pone su foco de atención sobre los jóvenes latinoamericanos, analiza su situación económica, social y política, destaca la oportunidad que representan y arroja luces sobre los desafíos que tienen por delante. Para poder mejorar la inclusión de los jóvenes hay que reconocer las múltiples dimensiones de la exclusión: falta de empleos de calidad, de buenos servicios de educación y de salud, y de participación ciudadana bien canalizada. Por ello, es necesario ofrecerles mejores oportunidades de inserción social y laboral, fundamentalmente a aquellos de hogares pobres o de la clase media vulnerable. Se les debe proporcionar más y mejores competencias, así como mayores posibilidades de emprendimiento, concluye el informe.

 

 

 

 

 

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