Navegar por las turbias aguas de Wall Street y sobrevivir al intento no siempre es fácil. El estrés y las largas horas de trabajo al que se ven sometidos los brokers del parqué más importante del mundo terminan por pasar factura. Ni siquiera el éxito y el dinero parecen satisfacer a algunos tiburones de la bolsa de Nueva York. Esta vez, el exitoso y multimillonario Charles Murphy decidió quitarse la vida saltando desde un piso 24 del lujoso hotel Sofitel New York, en el centro de Manhattan. Tenía 56 años cuando su «mente maravillosa», después de llevarlo a tocar la cima, lo condenó a una caída sin red. Lo había vivido todo en Wall Street, pero no pudo soportar la idea de que también podría perderlo todo, según publicó este martes El Economista.

«Estamos extremadamente tristes por esta noticia», expresó en un comunicado el legendario inversor John Paulson, el acaudalado fundador del hedge fund Paulson & Co., donde Charles Murphy trabajaba. «Charles era un hombre sumamente dotado y brillante, un gran compañero y un verdadero amigo. Nuestras oraciones más profundas están con su familia», rezaba el escrito de la firma que recoge Bloomberg.

En su día, Paulson dijo de Murphy que le recordaba al matemático John Forbes Nash, quien fue interpretado por Russell Crowe en la película de 2001, ‘Una mente maravillosa’. «A veces, para la gente extremadamente talentosa la línea entre la realidad y la ilusión es muy fina, y la mente puede jugar con uno mismo, distorsionando la realidad», recodaba Paulson.

Murphy, que se unió a Paulson en 2009, desempeñó un papel clave en el acontecer de American International Group (AIG), compañía cuyas acciones se desplomaron un 60,8% en el mercado estadounidense el mismo día que quebró Lehman Brothers. Lo cierto es que fue Murphy quien consiguió que Paulson invirtiera en compañías de seguros, incluyendo AIG, donde desde el año pasado ostenta un asiento en la junta. Los analistas consideraron que la entrada de Paulson junto a la un representante de la firma de inversión de Carl Icahn en AIG fue gracias a una de las campañas más agresivas que jamás habían visto.

Los inversores forzaron al presidente ejecutivo de AIG, Peter Hancock, para que exprimiera y contrajera la multinacional con el fin de elevar los retornos. A comienzos de este año se conoció que Hancock renunciará a su cargo después de cerrar con pérdidas cuatro de los últimos seis trimestres. La firma de inversión de Paulson no ha parado de recortar su participación en AIG, incluso después de que el multimillonario se sentara en la junta, pero la idea de Murphy todavía rinde.

Una mente brillante de Wall Street

Charles Murphy solía caminar por Central Park de vuelta a su casa -de 19 habitaciones- para cenar con su familia. Fue durante estos paseos cuando el millonario empezó a expresar su preocupación por su situación económica a su jefe, John Paulson, con quien compartía este trayecto de vuelta al hogar.

Su propia ambición terminó por convertirse en su peor enemigo. Murphy temía perder su posición, su estatus, lo logrado con tanto esfuerzo. Esa mente brillante contemplaba con total claridad esa posibilidad, a pesar de que la realidad parecía indicar todo lo contrario. Posibilidad que Murphy en su imaginario convirtió en realidad.

Su última mujer, Annabella, lo llevó a un psiquiatra para que lo ayudara, para que despejara sus fantasmas. Diagnosticó a Murphy depresión, le recetó medicamentos y lo sometió a una monitorización muy cercana, según relata un amigo de la familia.

A los 56 años, Murphy tenía un patrimonio neto de decenas de millones de dólares. Nacido en 1961 en una familia de clase media de Nueva York entró en la Universidad de Columbia a los 16 años y más tarde obtuvo los títulos de derecho y económicas en Harvard y el Massachusetts Institute of Technology.

En Wall Street, vivió en primera línea algunos de los acontecimientos financieros más grandes de los últimos 20 años, desde la locura de las fusiones de los años 90 al estallido de la burbuja de las puntocom pasando por el escándalo de Bernard Madoff o las penurias y el rescate de AIG.

Murphy, como buen tiburón de las finanzas, supo hacer fortuna en bancos y empresas de inversión en Nueva York y Londres incluso en los peores momentos. Quien le conoce dice que si había sobrevivido hasta ese momento había sido por su tercera esposa, Annabella, tal y como recoge The Wall Street Journal.

De Londres a Nueva York

En 1985, tras su periplo universitario, fue contratado por Goldman Sachs, emprendiendo una exitosa carrera de dos décadas en los bancos más grandes del mundo incluyendo Morgan Stanley, Deutsche Bank y Credit Suisse. Charles Murphy vivió sus mejores años en Londres.

Se mudó a Estados Unidos en 2007, donde se compró una preciosa mansión por unos 33 millones de dólares, precio que en ese momento batió el récord de lo pagado por un adosado en el Upper East Side. Trató de vender sin éxito esta mansión después de perder su trabajo en Fairfield Greenwich Group, un hedge fund que había invertido grandes sumas de dinero en la estafa de Madoff.

«La mente puede jugarle a uno una mala pasada distorsionando la realidad», dijo Paulson. «No importaba lo mucho que los que estaban cerca de él trataran de ayudar, y nadie lo intentó más que Annabella. Charles no pudo encontrar un camino hacia adelante… su mente le tendió una trampa de la que no podía escapar», concluyó.

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