En cualquier caso, la Casa Blanca siente que se encuentra en una posición débil por el momento a la hora de imponer esta medida. El motivo es que las empresas estadounidenses consideran que las restricciones que ya se han impuesto a las exportaciones a China han sido negativas y han provocado un daño en su negocio y están presionando para que se realicen cambios.
Mientras tanto, los aliados ven pocas razones para modificar sus políticas cuando Estados Unidos está a escasos meses de unas elecciones presidenciales. El objetivo es persuadir a los aliados, que ya han restringido algunos envíos de equipos clave, para limitar la actividad de sus empresas. Especialmente quieren cortar la capacidad de dar servicio y reparar equipos restringidos que ya están en China, algo que las empresas estadounidenses tienen prohibido hacer.