La historia de la economía estadounidense desde que Donald Trump fuera elegido presidente está marcada por las grandes expectativas y el escaso crecimiento.

En la economía, en igualdad de condiciones, un incremento en los indicadores ‘blandos’ que miden los sentimientos – confianza de los consumidores o expectativas de las empresas, por ejemplo – suele conllevar un crecimiento en los indicadores ‘duros’, que miden cosas como el consumo o la inversión. Sin embargo, esta convergencia no se está dando tras la elección de Trump. Las expectativas comenzaron a incrementar rápidamente mientras que el consumo se ralentizaba y la inversión se estancaba. Los indicadores blandos, de hecho, han continuado incrementando a pesar de los escasos avances en materia de reforma fiscal y sanitaria, infraestructura, inmigración y política comercial. Esta situación plantea un par de preguntas: ¿cuándo comenzarán a converger los indicadores “blandos” y “duros”? y, ¿cuánto tiempo les llevará?

Atendiendo a algunos de los indicadores blandos, tanto las expectativas de los consumidores, como el optimismo entre las PyMEs ha alcanzado sus cotas más altas de los últimos 17 y 12 años, respectivamente. Los indicadores de los mercados financieros muestran un comportamiento similar. El S&P 500 ha subido un 20% con respecto al año anterior, con la mayor ratio precio/beneficio desde 2002. Los índices de volatilidad, que pueden equipararse a indicadores de riesgo financiero, están un 40% por debajo de la media histórica.

Si tomáramos estos valores como indicios del comportamiento futuro de la economía, nos encontraríamos en el umbral de una etapa de mayor crecimiento. Sin embargo, los indicadores duros no parecen apuntar a un incipiente boom económico. El crecimiento interanual del PIB ha permanecido por debajo del 2% durante los 5 últimos trimestres, un punto porcentual por debajo de la media obtenido para el periodo 1994-2007. Las ventas de automóviles también han caído. Los pedidos de bienes duraderos para fines no militares, excluyendo aeronaves, han permanecido estancados desde principios de 2017. Finalmente, el ritmo de crecimiento registrado de nóminas en el sector privado – excluyendo el sector agropecuario – es el más bajo desde marzo de 2011.

Reserva Federal

Una posible explicación a esta divergencia es que algunas empresas y particulares consideran que la elección de Trump, muy probablemente, traerá una rebaja de la presión fiscal y regulatoria. Si la influencia de estos factores sobre sus expectativas es elevada, es normal que los índices se hayan incrementado, como corroboran los datos. Además, si los mercados esperaban un entorno más favorable a las grandes corporaciones – por motivos similares – parece razonable que estemos viendo las subidas en los mercados de valores que estamos viendo. Una explicación alternativa es que el cambio en las expectativas tiene más que ver con preferencias políticas, sumamente polarizadas.

Ni los tibios indicadores duros ni las señales de los indicadores blandos permiten descartar la posibilidad de que la economía comience a crecer a un ritmo elevado. Los elevados niveles de optimismo y los precios de los activos podrían dar origen a un ciclo positivo de retroalimentación si el crecimiento y los beneficios se alinean con la visión de vaso medio lleno que desde algunos sectores se tiene sobre las políticas actuales. Esto podría generar las condiciones necesarias para sacar a la economía del desánimo que se percibe. Sin embargo, el crecimiento a largo plazo no puede sustentarse exclusivamente en expectativas. Alterar el curso de un crecimiento a largo plazo no será posible sin acometer reformas estructurales, tomando decisiones duras y consensuadas dentro de un marco político cada vez más polarizado.

Sin embargo, no parece probable que las promesas vertidas durante la campaña electoral vayan a materializarse en su totalidad. La administración Trump se enfrenta a la oposición de los Demócratas en el congreso, tensiones dentro del partido Republicano, así como a la falta de experiencia y de personal para diseñar, negociar e impulsar dichas reformas. Por lo tanto, es más probable que veamos alguna versión descafeinada de estos cambios, con un impacto más limitado en términos de crecimiento. De manera similar a lo que ha pasado con gobiernos anteriores, podríamos estar adentrándonos en un prolongado periodo de desfase entre, por un lado, las expectativas y cotizaciones bursátiles y, por otro, el crecimiento económico, al menos hasta que los jugadores tengan que comenzar a mostrar sus cartas.

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