El grupo de trabajo anima a las gestoras a convertirse en activistas. Después del huracán de la crisis financiera, llega la amenaza del cambio climático. Las grandes potencias mundiales reunidas en el G20 y el organismo que crearon para defender la estabilidad financiera mundial (el FSB, siglas en inglés del Consejo de Estabilidad Financiera) no quieren que la próxima tormenta les pille tan desprevenidos como la última y ya han identificado el enemigo, según publicó la prensa europea.
Los peligros que pueden derivarse del calentamiento global y los impactos que produzca se cifran entre cuatro y 43 billones de dólares hasta final de siglo, según los estudios que se manejan. Para evitar un nuevo descarrilamiento mundial por ello, el G20 encargó al Consejo de Estabilidad Financiera la creación a finales de 2015 de un grupo de trabajo que identificara los riesgos para el sector financiero y los posibles remedios para contenerlos. Los resultados ya están encima de la mesa.
La conclusión es que todas las entidades financieras, desde los bancos a las aseguradoras, pasando por los inversores institucionales y las gestoras de fondos, tienen deberes por delante. El informe del grupo de trabajo tiene la forma de recomendaciones, pero el poder del FSB se ha demostrado importante en el pasado (es el promotor y el responsable de la implementación de la nueva regulación financiera que se está desarrollando en el mundo) y se espera que lo siga siendo, y más obedeciendo un mandato del G20.
Por si acaso, el documento avisa: «Si algunos elementos de las recomendaciones son incompatibles con los requisitos nacionales para la publicación de informes financieros, el grupo de trabajo anima a las organizaciones a hacer públicos esos elementos en otros informes oficiales de la compañía que se publiquen, al menos, de forma anual». Es decir, las entidades deben desvelar los datos que se piden en la recomendación de una forma u otra.
Información ante todo
Entre el presidente del FSB, Mark Carney, que también es el gobernador del Banco de Inglaterra, y Michael Bloomberg, responsable del grupo de trabajo, dejan claro que la primera clave para afrontar los riesgos relacionados con el cambio climático es la información. «El calentamiento del planeta provocado por las emisiones de gases con efecto invernadero plantea serios riesgos para la economía global y tendrá un impacto en muchos sectores económicos. Para los inversores es difícil saber cuáles son las compañías que tienen más riesgo frente al cambio climático, cuáles son las más preparadas y cuáles están tomando medidas», señala Bloomberg.
Y para que los inversores puedan saber, las entidades tienen que informar. De ahí que el grupo de trabajo inste a las firmas a incluir la información relacionada con el cambio climático en sus informes financieros anuales y que, por lo tanto, siga los mismos trámites para su control y aprobación que el resto de los datos, lo que hace recomendable que sea revisada por el director general de finanzas del grupo y por el comité de auditoría.
En ese punto, la recomendación a las gestoras de fondos y a los inversores institucionales es que se conviertan en activistas y exijan transparencia y claridad en los riesgos y posibles beneficios a los que se enfrenta cada compañía con relación al cambio climático. Al fin y al cabo, los accionistas o los bonistas serían los primeros afectados por un impacto negativo en la entidad en la que participan y, por tanto, tienen derecho a tener la información y a tomar las decisiones con datos en la mano.
Entre la información que las entidades deben dar hay específica para los bancos, a los que se pide que describan los riesgos y oportunidades que han identificado relacionados con el cambio climático en el corto, medio y largo plazo. También deben describir el proceso que se ha seguido para identificar y valorar esos riesgos, así como la divulgación de las métricas que se han utilizado para tasar los peligros y las oportunidades.
Los bancos, las aseguradoras y las gestoras deben facilitar la información para que sus accionistas y clientes sepan los riesgos que asumen, pero, para ello, el resto de compañías no financieras a las que las entidades prestan dinero, aseguran o en las que invierten deberían hacerlo también. Es más, el grupo de trabajo del Consejo de Estabilidad Financiera propone que las firmas hagan una especie de test de estrés o análisis de sensibilidad en los que midan su capacidad de resistencia en diversos escenarios de cambio climático.