La maldición de la curva invertida vuelve a asentarse en las calles del barrio financiero de Nueva York. Se trata de una anomalía en el mercado de bonos que ha sucedido cinco veces en las últimas cuatro décadas. Y en todas vino acompañada de una recesión posterior.

Según una publicación de El Confidencial, la lógica dice que cuanto más largo es el plazo de un vencimiento más rentabilidad exigen los inversores, ante la incertidumbre sobre lo que puede ocurrir en el futuro y la prima por estar más tiempo sin recuperar el dinero. Así, generalmente la curva de tipos tiene una pendiente positiva, con mayores rentabilidades en los bonos de largo plazo que en los de corto plazo.

Las referencias que usa Wall Street como termómetro son las rentabilidades de los bonos del Tesoro estadounidense a 2 y 10 años. Lo normal es que la rentabilidad a 10 años sea mayor, pero esta diferencia está en mínimos desde 2007. En aquel momento la curva llegó a invertirse y, un año después, la primera economía mundial entró en recesión.

Desde entonces solo ha bajado de los 100 puntos básicos (un 1% de rentabilidad) en dos ocasiones. En 2016, durante poco tiempo y, de hecho, estaban disparadas las dudas sobre el crecimiento estadounidense, y durante los últimos meses. Especialmente desde diciembre, cuando tocó los 50 puntos básicos. En enero repuntó a los 70 puntos, aunque sigue cerca de mínimos desde hace una década. Los expertos esperan que tienda a reducirse.

Diferencial de tipos a 2 y 10 años en EEUU.

Antes de 2007, la curva también se invirtió en 1980, en 1983 en dos ocasiones, y en 1999, todas las veces, antes de que Estados Unidos entrara en recesión (aunque más suave que entre 2008 y 2009). Pleno para este indicador durante los últimos 40 años. El historial estadístico de la economía estadounidense recoge un total de siete veces en los que este termómetro fue el mejor predictor de una contracción de la economía.

Los bonos de deuda pública de un país solvente se consideran libres de riesgo y determinan la forma de valorar el resto de activos. El diferencial o ‘spread’, en la jerga, depende de las expectativas que tienen los inversores. «Si la inclinación es positiva los inversores prevén subidas de tipos, las perspectivas económicas son buenas”», explica Yves Longchamp, jefe de investigación de Ethenea. «Una curva descendente indica pesimismo».

El precio y la rentabilidad de un bono tienen relación inversa. Históricamente, en un entorno de alzas de tipos los inversores prefieren los bonos de corto plazo a los de largo plazo, con lo que se encarecen más los primeros. Algo que ahora no está sucediendo, lo que deja el temor de que los grandes compradores de bonos (bancos de inversión, fondos de pensiones, etc.) se estén posicionando ante un posible fin del ciclo de crecimiento.

Si la inclinación es positiva los inversores prevén subidas de tipos, las perspectivas económicas son buenas. Una curva descendente indica pesimismo

Hacia una curva invertida

El ‘spread’ entre los títulos del Tesoro estadounidense se ha asentado por debajo de los 100 puntos básicos durante los dos últimos meses. Bancos, gestoras y brókeres dan por hecho que continuará una tendencia descendente, a pesar del leve repunte de las últimas semanas con la ola de ventas de bonos que desató la Reserva Federal (Fed) al revisar al alza sus expectativas de inflación.

«La curva americana puede aplanarse más», sostienen en AXA IM, que proyecta para este año una «subida moderada de las curvas en el segundo semestre». La tesis es que según haya una menor demanda de bonos, caerán los precios y subirán las rentabilidades de forma generalizada.

«Dado que la Fed podría subir los tipos al menos dos veces en 2018 (el mercado da por hecho tres, y empieza a plantearse cuatro), la curva podría invertirse efectivamente si las rentabilidades a largo plazo se mantienen tan estables», sostienen en M&G, ya que durante el último año han repuntado más las rentabilidades en el bono a 10 años que en el de 2 años. Este es un elemento clave, ya que los retornos de largo plazo no están repuntando con más fuerza que los de corto pese a que se esperan subidas de tipos en Estados Unidos.

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